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martes, 23 de diciembre de 2008

Los mejores años de nuestra vida (The best years of our lives)

Los mejores años de nuestra vida (1946)

Recien terminada la contienda mundial, 3 veteranos se conocen en el avión que los lleva de vuelta a sus casas, en Boone City, una pequeña ciudad del Medio Oeste de EEUU. Durante el viaje de regreso los tres hombres traban amistad y comparten sus inquietudes de cara a la reincoporación a la vida civil. Aunque los tres son muy bien recibidos a su llegada por sus respectivas familias, pronto cada uno se enfrentará a sus propias dificultades. Al Stephenson (Frederich March), un sargento de infantería, de posición acomodada y directivo de banca se ve superado por como la sociedad que conocía ha cambiado durante su ausencia. Homer Parrish (Harold Russell), es un marinero que ha perdido sus dos manos, sustituidas por prótesis metálicas, que se enfrenta a retomar su vida como lisiado de guerra y a su miedo al rechazo. Por último, Fred Derry (Dana Andrews), es un heroe de guerra y antiguo piloto de bombarderos, que sufre de estrés postraumático y que, tras verse imposibilitado para conseguir un nuevo empleo, ha de volver a su antiguo puesto como dependiente en unos almacenes.

En agosto de 1944, un reportaje gráfico aparecido en la revista Time, describiendo las dificultades para la readaptación a la vida civil de los veteranos de guerra llamó la atención del productor Samuel Goldwin. Ese mismo artículo serviría de inspiración para la novela titulada “Glory for me” ("Gloria para mi"), escrita por MacKinlay Kantor, cuyos derechos fueron adquiridos inmediatamente por Goldwin, de cara a su adaptación para la gran pantalla. El elegido por el productor para dirigir el proyecto fue William Willer, quien durante la contienda habia filmado varios documentales bélicos, destacando entre ellos el titulado “Memphis Belle”, a la vez que encargaba al prestigioso guionista Robert E. Sherwood la adaptación del texto de Kantor para el guión del film.

Ya desde su mismo título (el cual sugiere con ironía que “Los mejores años de nuestra vida” fueron los de la guerra) la película apunta todo lo que desarrolla con posterioridad. Porque, lejos de cualquier atisbo de triunfalismo inducido por la victoria obtenida por EEUU en la II GM, (y de la que salía, además, convertida en superpotencia), la película se ocupa de mostrar los dramas humanos particulares que se esconden detrás de las victorias en los frentes de batalla. Porque el triunfo de una nación no se logra sin los sacrificios individuales de miles de hombres, cuyas vidas se ven indefectiblemente alteradas por la guerra. Una realidad que se plasmaría en otros films del periodo inmediatamente posterior al fin de la contienda (por ejemplo, "Almas en la hoguera", o incluso en "Objetivo: Birmania") hasta que, a comienzos de la década de los 50, el inicio de la Guerra Fria y el McArtismo se encargaran de borrar este impulso autocrítico, dándole un nuevo giro patriotero al cine bélico; el cual volvería a centrarse en gran medida en loar la épica de las hazañas militares y la exaltación de las virtudes castrenses de las Fuerzas Armadas de EEUU.

Volviendo a la película, creo que el mayor mérito de esta consiste en mostrar no ya solo con realismo, sino con absoluta naturalidad, la realidad cotidiana de la vuelta a la vida civil de los veteranos de guerra. Así, a través de la historia, asistimos junto a los personajes a las dificultades de la reinserción laboral, sus cuitas domésticas, el desarraigo producido por la larga ausencia del hogar, y los problemas familiares derivados de ésta. Todo ello apoyado en un sólido guión que es desarrollado con pulso, haciendo muy llevaderas las casi tres horas de duración del film. Por ponerle algun “pero” a la historia, bajo mi punto de vista, podría haberse evitado la deriva excesivamente melodramática que adquiere la parte en que se narra el romance de Fred Derry con Peggy, la hija de Al Stephenson; de lejos lo más flojo del film.

Otro punto fuerte de la película radica en el trabajo de sus actores, dentro de un reparto en el que no se encontraba ninguna gran estrella de Hollywood, pero pese a lo cual –o quizás precisamente por ello- todos los actores brillan a gran altura con unas interpretaciones que rezuman naturalidad. Se da la circunstancia de que Harold Russel, el actor que interpreta al marinero de las manos amputadas, era realmente un lisiado de guerra, descubierto durante el rodaje de un documental sobre la rehabilitación de soldados mutilados. Pese a no aparecer siquiera en los principales créditos de la película la actuación de Russel marcó un hito, al ser el único actor que ha ganado dos Oscars por un mismo papel: uno por su actuación, y otro honorífico, que la Academia le concedió por servir ejemplo de coraje y superación para los veteranos. Además de los dos oscars de Russel, la película se alzó con otras 5 merecidas estatuillas en la edición de ese año, convirtiéndose además en gran éxito comercial, uno de los mayores de su época.

Para concluir, no puede dejar de reseñarse la mejor secuencia del film, y una de esas secuencias memorables de la historia del Cine. Me estoy refiriendo, naturalmente, a los planos que nos muestran el paseo del ex capitán de las Fuerzas Aereas Fred Derry por el desolado cementerio de aviones listos para desguazar; una poderosa metáfora visual que resume a la perfección el contenido de toda la cinta.

En resumidas cuentas, “Los mejores años de nuestra vida” es una historia que sorprende y seduce a la vez por su tremenda sinceridad y realismo, sobre todo teniendo en cuenta que se estrenó en plena década de los 40. Ciertamente es un título que aun hoy en dia no ha perdido un ápice de su vigencia, lo cual es la mejor muestra de su calidad y que sirve para comprender que estamos ante un clásico atemporal cuyo mensaje no pasa de moda. Imprescindible.

La Crítica de Reisman

Calificación: 8/10

viernes, 19 de diciembre de 2008

Europa (Zentropa)

Europa (1991)

Año 1945. El joven norteamericano de origen alemán Leo Kessler (Jean-Marc Barr) llega a Alemania para trabajar, por mediación de su tio, como revisor en uno de los trenes de la empresa de ferrocarriles Zentropa. A través de sus viajes a lo ancho de un país devastado por la guerra, Leo pronto comprobará la fractura moral que ha producido la contienda entre la población alemana, que conocerá de primera mano gracias a su relacion sentimental con Katharina Hartmann, hija del poderoso magnate del ferrocarril Max Hartmann. Pese a que Leo procura no involucrarse políticamente, la implicación de Katharina con la “Werewolf” o movimiento de resistencia nazi frente a la ocupación aliada lo conducirá a un trágico final.

Antes de que la carrera del famoso realizador danés Lars Von Trier (auténtico enfant terrible del cine europeo reciente) evolucionara definitivamente hacia la búsqueda de la libertad absoluta creativa encarnada por el movimiento cinematográfico de vanguardia llamado “Dogma”, este nos dejó algunos títulos de una factura más convencional. En ese sentido, Europa (la tercera película de una trilogía dedicada a reflexionar sobre la historia de este continente) supone una de las obras cumbres del cine Europeo reciente, a la vez que una de los títulos más accesibles de Von Trier. Entre otros premios, la película se llevó el del jurado del festival de Cannes, consagrando a su director como uno de los grandes realizadores Europeos de las últimas décadas.

La verdad es que personalmente he de decir que la película me atrapó casi desde el primer momento, una vez superada la confusión inicial que supone la introducción de la historia mediante una serie de imágenes de tipo onírico y la voz en off (que en VO era la del actor Max Von Sydow) que dicta órdenes hipnóticas para el espectador. A partir de ese momento, la película envuelve al espectador mediante el desarrollo de la aparentemente simple historia del inocente personaje de Leo Kessler, la película desgrana todo un conjunto de complejas realidades y sensaciones a los que se enfrenta el protagonista. Así asistimos a situaciones que denuncian la dobleza moral de la población alemana y sus ocupantes, el drama de las víctimas del nazismo o el fanatismo que es capaz de mostrar el ser humano.

Todo ello se ve realzado de una manera más que estudiada, mediante el uso de una fotografía predominantemente en B/N que combina el uso del color en determinadas situaciones importantes para el personaje. De este modo, el dirctor construye un universo visual propio, cargado de imágenes sugerentes y simbólicas a la vez. Pero lo más importante, como señalaba antes, es que el aspecto formalmente innovador del film no se usa en tono de pedantería, sino que por el contrario, se pone al servicio de una historia muy bien contada y de la que pueden extraerse múltiples lecturas para el espectador.

No es exagerado afirmar que, con su película, Trier hace un auténtico viaje al corazon de Europa, personificada en la ruinosa Alemania de 1945, logrando mostrar con toda su crudeza las miserias de una sociedad cínica y moralmente destruida por la guerra mundial. Ahora bien, también es de recibo señalar algunas deficiencias que –para mi gusto- empañan los méritos innegables del film. Y es la deriva un tanto semionírica que adquiere la historia conforme se va acercando el desenlace, algo que, a mi modo de ver, viene a romper de alguna mantera el tono adecuadamente equilibrado entre realista y subjetivo que mantiene el film a lo largo de casi todo su metraje. Aparte de esto es inevitable que algunos espectadores encuentren dificilmente accesible el universo visual y narrativo que plantea Von Trier, pese a lo cual hay que insistir en que “Europa” no es especialmente complicada de entender, y, al menos en sus aspectos más convencionales puede ser apreciada por el espectador medio.

En definitiva, considero que “Europa” es uno de esos títulos imprescindibles dentro del cine Europeo, a la vez que constituye una de las reflexiones más descarnadas, pero a la par interesantes y reveladoras, sobre la posguerra Europea y las consecuencias de la II GM. Un título imprescindible para cualquier amante del buen cine.

Calificacion: 8/10

viernes, 12 de diciembre de 2008

El Buen Alemán (The Good German)

El buen alemán (2006)

Berlín, 1945. El corresponsal de guerra norteamericano, capitán Jake Geismer (George Clooney), llega a la derruida capital alemana para cubrir la información relativa a la Conferencia de Potsdam, donde los mandatarios aliados van a terminar de dar forma a la Europa de la posguerra. A su llegada a Berlin, y guiado por su chofer, el cabo Tully (Tobey McGuire), un personaje con oscuros manejos en el mercado negro, Geismer se reecuentra con un antiguo amor, Lena Brandt (Cate Blanchett), con quien se había relacionado antes de la guerra. Lena es ahora la viuda de un oficial alemán que sobrevive alternando con Tully y otros soldados norteamericanos, pese a lo cual Geismer tratará de convencerla para que abandone Berlin junto con él. Las cosas se complican cuando Tully aparece muerto flotando en un rio, con una importante cantidad de dinero en el bolsillo. A partir de ese momento Geismer tratará de esclarecer la muerte de su chofer, pero descubrirá que las autoridades americanas y rusas no están interesadas en remover el caso y que un importante secreto relacionado con Lena se esconde detrás del asesinato de Tully.

Para bien o para mal, hay que reconocerle al director Steven Sordebergh el mérito de intentar ofrecer siempre algo novedoso con cada una de sus películas, tendencia apreciable desde sus primeros títulos cercanos al cine independiente, hasta en los más recientes y comerciales como Ocean´s Eleven. En este caso, el realizador nos ofrece en plena era digital, una obra formalmente rompedora. Empleando una magnífica fotografía en B/N que recrea las técnicas tradicionales de los films de los años 40 y 50, la película consigue trasladar al espectador a la atmósfera del Berlin de la inmediata posguerra, magníficamente recreado mediante el uso de imágenes documentales de época y escenarios reconstruidos. También hay que reconocer que en su primer tercio de metraje la película sabe captar la atención del espectador mediante una acertada introducción de la trama y los personajes, una presentación que bebe nuevamente de las fuentes de los grandes clásicos del cine negro. También es reseñable el buen hacer del trio protagonista, que cumplen con bastante oficio en sus respectivos papeles, especialmente en el caso de Cate Blanchett. Sin embargo, resulta evidente que una vez transcurrida la primera media hora del film, el interes del mismo comienza a decaer de una forma bastante apreciable.

En mi opinión, Sordebergh debió darse cuenta de que la excelencia técnica unida a una buena idea de partida no es suficiente por sí sola para lograr una gran película. A medida que avanza la historia, uno tiene la sensación de que el guionista ha cogido los argumentos de grandes películas como “Casablanca”, “Vencedores o Vencidos” y “El Tercer Hombre”, los ha metido en una coctelera y removido para sacar una mezcla de esos tres clásicos, dándoles un barniz de modernidad. Pero el resultado dista de ser satisfactorio, ya que el desarrollo de la trama se ve entorpecido por un ritmo narrativo deficiente, lo que, unido a la progresiva complicación de la trama sin que esta se explique adecuadamente, hace que el conjunto aparezca excesivamente confuso para el espectador. Da la impresión de que la historia se fuerza hasta el límite para abarcar todos esos elementos argumentales, y a la vez rendir tributo a los títulos mencionados con anteriorioridad, resultando de ello un galimatías escasamente inteligible. Por esta razón, conforme avanza la trama el interés de la misma decrece para el espectador, hasta el punto de que el desenlace (casi calcado, por cierto, de “El Tercer Hombre”) no causa la más mínima impresión, y en mi caso particular, me dejó frio.

Es una pena que el buen hacer en el apartado técnico del film no se vea respaldado por el mismo oficio en el aspecto narrativo, pues había mimbres para hacer una gran película. En vez de ello, al final, “El Buen Alemán” se queda en un film correcto pero fallido, aunque por su fotografía, su recreación del Berlin de la posguerra, y por el regusto del mejor cine negro clásico, no desmerece un visionado por el buen aficionado al género.

Calificación: 5,5/10

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Los Falsificadores (Die Fälscher)

Los Falsificadores (2007)

La historia comienza en Berlin, en 1936, cuando Salomon Sorowitsch (Karl Markovics), judío y uno de los mejores falsificadores de moneda de Europa es detenido e internado en un campo de concentración de Sachsenhausen. Tras unos meses en los que Sorowitsch se las ingenia para sobrevivir realizando trabajos para los guardianes alemanes, será reclutado junto con otros expertos en la falsificación de documentos para una misión secreta. Bajo la atenta supervisión del oficial de la SS Friedrich Herzog, Sorowitsch y sus compañeros tendrán el objetivo de lograr falsificaciones perfectas de las libras esterlinas británicas, que los nazis planean usar para colapsar la economía británica. Los éxitos de Sorowitsch con la falsificación de la libra toparán, no obstante, con la oposición de uno de los miembros del equipo de falsificadores judíos, Adolf Burger, quien se opone a colaborar con los nazis e intenta sabotear la fabricación de moneda falsa por todos los medios.

A estas alturas, resultaba extraño que los hechos que rodearon a la “Operación Bernhard” una de la más extraordinarias operaciones secretas de la II GM, no hubieran sido llevados al cine. Finalmente ha sido esta producción austriaca, inesperada ganadora del Oscar de 2008 a la mejor película extranjera, la que se ha encargado de hacerlo. Bajo la dirección de Stefan Ruzowitzky, y basándose en las memorias escritas por el propio Adolf Burger, la película desgrana los hechos reales que dieron lugar a una de las mayores falsificaciones monetarias de la historia, a la vez que describe el drama personal de los judíos empleados en tales tareas.

He de reconocer que “Los Falsificadores” ha supuesto una relativa sorpresa para mi, ya que tanto por tratarse de una producción austriaca, como por algunas críticas que habia leido antes de visionarla, me esperaba un film mucho más aburrido, de estructura plana y desarrollo gris. Pero en vez de ello, me he encontrado con una pelicula que ofrece una una historia bien contada y desarrollada con pulso, asi como con una notable ambientación y puesta en escena. Además se apunta con acierto la cuestión del dilema moral que atormenta a los protagonistas ¿colaboración o supervivencia?, ¿pragmatismo o integridad moral?; dilema que es desarrollado eficazmente a lo largo de la pelicula, mediante la contraposición de los caracteres de Burger y Sorowitsch. Todo ello sustentado, además, en unas muy buenas actuaciones del elenco de actores, especialmente por parte del protagonista Karl Markovics, que compone un sólido papel como el falsificador, tahur y oportunista Sorowitsch.

También es cierto que, pese a sus virtudes, “Los Falsificadores” no destaca especialmente en cuanto a planteamiento, estructura argumental (que se ciñe a los hechos) u originalidad, y que gran parte de lo que cuenta ya ha sido mostrado antes con mayor maestria en otros títulos sobre el Holocausto. En otras palabras: “Los Falsificadores” es un interesante testimonio histórico-cinematográfico, aunque no llega a la talla de gran película. En cualquier caso, merece la pena verse.

Calificación: 6,5/10