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miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Arpa Birmana (Biruma no Tategoto)

El Arpa Birmana (1956)

Birmania, Julio de 1945. Mientras la guerra agoniza y las tropas japonesas se baten en retirada por todas partes, un pequeño destacamento japonés trata de alcanzar la frontera con Tailandia. La unidad, mandada por el capitán Inoyue (Rentaro Mikuni) se encuentra en malas condiciones, pero los hombres mantienen el espíritu gracias a los cantos que Inouye les ha enseñado y al virtuosismo con el que toca el arpa birmana uno de sus hombres, el sargento Mizushima, quien se destaca por su habilidad con ese instrumento. Pocos días más tarde la compañía de Inouye es rodeada por tropas británicas y los japoneses optan por deponer las armas al ser informados de que Japón ha presentado la rendición ante los aliados. Mizushima y sus compañeros son enviados a un campo de prisioneros británico, donde se enteran de que un grupo de soldados japoneses aun resiste en una colina cercana, negándose a aceptar la rendición. Mizushima se ofrece como mediador para convencer a sus compatriotas de que no sigan resistiendo, pero fracasa en su misión y está a punto de morir por el bombardeo británico. Tras salvar la vida de milagro, Mizushima vivirá una serie de peripecias, y tras hacerse con un atuendo de monje budista, hará todo lo posible por dar sepultura a los cuerpos de sus compatriotas caidos en combate.

En 1947, el escritor japonés Michio Takeyama comenzó a publicar por entregas en una revista su novela “El Arpa Birmana”, de claro transfondo antimilitarista, y muy seguramente inspirada por el ambiente de derrota y devastación moral que se vivía en el pais nipón en los meses inmediatamente posteriores al fin de la contienda. La historia pronto despertó el interés del director Kon Ichiwaka, quien ya había adaptado para la gran pantalla algunos clásicos de la literatura japonesa, y que se encargó de hacer lo propio con el texto de Takeyama. La película se convirtió en un éxito internacional y obtuvo varios premios en festivales cinematográficos extranjeros, dando a conocer al director fuera de sus fronteras. El éxito del film animaría al propio Ichikawa a realizar una nueva versión en color del mismo en 1985, que supuso un nuevo éxito para el ya veterano realizador.

Respecto a la valoración de la película, dice el diccionario de la RAE que “maniqueísmo” es la “Tendencia a interpretar la realidad sobre la base de una valoración dicotómica”. Personalmente opino que esta definición constituye una síntesis perfecta de esta película. No puede negarse que el mensaje de tintes pacifistas y antibelicistas, materializado en el símbolo del arpa birmana como emblema de la paz, es efectivamente desarrollado tanto a nivel estético como argumental. También hay que resaltar la calidad de una excelente fotografía en B/N, y las buenas interpretaciones del elenco de actores, además de la plasticidad de muchas de las imágenes del film.

Sin embargo, cuando uno reflexiona sobre el trasfondo de la historia que nos cuenta la película lo cierto es que la bondad del mensaje superficial queda diluida por ese maniqueísmo al que hacía referencia antes. Y digo esto porque al final, el poso que queda es que los japoneses no fueron otra cosa que víctimas como los demás, y desde luego, los soldados japoneses están lejos de ser retratados de una forma realista. Excepto el fanatismo de los defensores de la colina (brevemente esbozado) no se dice nada de la brutalidad japonesa contra la población autóctona (birmana en este caso) ni se denigra la guerra imperialista emprendida por Japón para sojuzgar a todos los pueblos asiáticos. Además hay más de una escena que roza la sensiblería más empalagosa, cuando no cae directamente en ella (por ejemplo, cuando los japoneses acaban cantado a coro con sus captores británicos). Todo ello conduce a pensar que lo que subyace en el fondo del film es más un alegato catártico y auto exculpatorio antes que un auténtico mensaje universalmente antibelicista. Este aspecto “tramposo” del film, unido a algún pasaje realmente aburrido, y a las escenas poco creíbles (por sensibleras) que trufan en gran medida las partes musicales del film oscurecen en gran medida sus otras virtudes, que radican sobre todo en el aspecto visual.

En mi opinión, Ichikawa se quedó a medio camino a la hora de denunciar la actitud japonesa ante el conflicto bélico. El retrato demasiado amable que hace de los soldados japoneses le resta contundencia a la historia, al centrar el drama de la historia en una sola de las partes implicadas, obviando el sufrimiento de las otras. Aunque hay que agradecer que por una vez una producción japonesa se apartara de la justificación de la guerra, lo cierto es que este film ofrece una nueva visión manipuladora de la intervención del ejército japonés en los paises ocupados. En resumidas cuentas, la película de Ichikawa es medianamente interesante desde el punto de vista artístico pero moralmente más que discutible.

La Crítica de Reisman

Calificación: 5,5/10

lunes, 10 de noviembre de 2008

Hasta donde los pies me lleven (So weit die füsse tragen)

Hasta donde los pies me lleven (2001)

En 1945 el prisionero de guerra alemán, teniente Clemens Forell (Bernhard Bettermann) es enviado junto con otros miles de compatriotas a un Gulag o campo de reclusión en Siberia. Alli habrá de enfrentarse no solo a las duras condiciones climáticas, sino también a la brutalidad del jefe del campo, el capitán Kamenev, decidido a no concederle ni un respiro a los prisioneros alemanes, haciendolos trabajar hasta la extenuación. Ello reforzará la determinación de Forell para, con la ayuda del médico alemán del campo, intentar un arriesgado plan de fuga que le llevará a recorrer miles de kilómetros por territorio de la URSS en busca de la libertad.

En 1955, un novelista alemán relativamente desconocido Josef M. Bauer publicó el relato So weit die Füsse tragen, (“Hasta donde los pies me lleven”) basado en una larga serie de entrevistas que el autor mantuvo con un antiguo soldado alemán, uno de los pocos que pudo evadirse de su reclusión en Rusia y regresar a Alemania años después del fin de la guerra. El libro de Bauer pronto alcanzó gran popularidad y se convirtió en un éxito de ventas siendo traducido a 15 idiomas. En él se describía la increíble odisea del protagonista, designado en el relato con el nombre ficticio de Clemens Forell, durante el largo trayecto de huida desde Siberia hasta la frontera de Irán, en busca de la libertad. Bauer aclaró que el verdadero protagonista de su relato deseaba permanecer en el anonimato por miedo a las represalias sovieticas, pero que lo que se contaba en su libro se basaba en hechos reales. El éxito del libro fue tal que en 1959, la historia de Forell fue adaptada para la TV en forma de miniserie de seis capítulos, logrando un importante éxito de audiencia y convirtiéndose en uno de los grandes eventos televisivos de la época en Alemania.

Sin embargo, tuvieron que pasar otros cuarenta años para que la historia fuera adaptada al cine, tratándose, como no podía ser de otro modo, de una producción alemana que se encargó de ofrecer una nueva revisión de la historia de Bauer. En cuanto a la valoración de la película, cuando me enfrento a un film de procedencia alemana, siempre me espero luces y sombras. Las primeras, sobre todo en el aspecto visual y formal (normalmente impecables) y las segundas, en el aspecto narrativo (generalmente muy plano y academicista). En este caso, he de decir que “Hasta donde los pies me lleven" no ha supuesto una excepción a la regla anteriormente expuesta.

Destacando en primer lugar lo positivo, me quedaría con la buena interpretación de Forell que logra el para mi desconocido actor alemán Bernhard Betterman, junto con la destacable ambientación de los paisajes naturales de Siberia y la URSS muy bien retratados con una más que cuidada fotografía de exteriores. Pero por lo demás, la película incide en los vicios propios del cine alemán, con algún ramalazo que podriamos denominar Hollywoodiense. Y digo esto por la persistencia del guión en mostrarnos el duelo casi de Western entre Forell y el oficial ruso que le persigue, Kamenev, quien se empeña en aparecer en todos los lugares por donde deambula el alemán. Por otra parte, la película tiene algún que otro bajón de ritmo a lo largo de sus casi dos horas y media de metraje, aunque en lineas generales se deja ver bien. Con un desarrollo argumental muy propio del cine de aventuras, la película desgrana las variadas peripecias de Forell en su huida a lo largo y ancho de Rusia, con un ritmo narrativo relativamente ágil pero también de una forma bastante previsible que no deja demasiado lugar para la emoción.

Si a lo anterior unimos el tipico mensaje de fondo autoexculpatorio sobre la culpabilidad alemana en los crímenes de la II GM y algún que otro pasaje poco creible (como por ejemplo, el desenlace, que me pareció un poco forzado y poco coherente), el resultado es que estamos ante un título tan atractivo en principio como fácilmente olvidable después de su visionado. Pese a ello, por su más que correcta factura y por los otros méritos mencionados antes, creo que no está de más que se vea por los aficionados a este tipo de films. Pero no me cabe duda de que este historia podría haber sido mejor contada con una producción más imaginativa.

Calificación: 5,5/10